
Big Bang, el inicio es la primera pieza de la colección "El Botijo Cuántico" y representa el instante primordial de la creación del universo.
Su forma elíptica y pulida evoca la singularidad cósmica previa a la expansión, un estado en el que toda la materia y la energía estaban concentradas en un punto infinitamente denso.
A diferencia de un botijo tradicional, esta pieza carece de pitorro, simbolizando la ausencia de estructuras definidas en los primeros momentos del cosmos. Antes del tiempo, antes del espacio, antes de cualquier forma reconocible, solo existía la potencialidad absoluta.

Su superficie refleja el entorno como un horizonte de sucesos en miniatura, capturando la luz y la materia en un juego de reflejos que recuerda a la curvatura del espacio-tiempo. La ausencia de aristas y su textura brillante remiten a la opacidad del universo en su fase inicial, antes de que la luz pudiera escapar y dar forma a la realidad tal como la conocemos.
En esta imagen, las manos que sostienen el botijo simbolizan la creación y la curiosidad humana ante el origen de toda existencia, mientras que su reflejo sobre la superficie sugiere la dualidad entre lo observable y lo inobservable, entre lo definido y lo aún desconocido.