
Este botijo se inspira en la ecuación de Euler como una de las expresiones más profundas de la armonía del universo: una fórmula capaz de unir números fundamentales, el cero, el uno, lo imaginario y lo infinito, en una relación simple y perfecta.

La pieza no busca ilustrar la ecuación, sino evocar su sentido: la idea de que bajo la complejidad del mundo existe un orden esencial, invisible pero constante.
Como el botijo tradicional, la ecuación de Euler es sencilla en apariencia y extraordinariamente poderosa en su interior.
En esta obra, la forma y el color sugieren ese equilibrio silencioso entre lógica y belleza, recordando que las matemáticas no solo describen la realidad, sino que también la revelan.
